Un nuevo sistema económico, ¿la solución para acabar con la guerra en Ucrania?

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El conflicto ruso-ucraniano dura ya casi un año y no hay indicios de que se restablezca la paz. Al contrario, podría empantanarse en los próximos meses y costar la vida a miles de almas más. Dado que esta guerra es el reflejo de un sistema económico que se resquebraja, del fin de una era, la comunidad internacional debe reflexionar y organizar la estructura de la economía del mañana para que las negociaciones puedan tener éxito.

Conferencia de Bretton Woods, julio de 1944, Hotel Mount Washington, New Hampshire, EEUU.

Una vez fue en Venecia, otra en Amsterdam, al día siguiente en Londres, pero desde 1945 la primera potencia mundial se encuentra al otro lado del Atlántico, en Washington. Una simple retrospección muestra que estos reinados son sólo temporales… y que su poder se ejerce esencialmente a través de su poder monetario y militar.

A este respecto, y desde hace varios años, indicadores como la desdolarización progresiva de numerosos países, la expansión continua del presupuesto militar estadounidense, el espectro de una crisis financiera y la emergencia de nuevas potencias son señales de que el imperialismo estadounidense se está volviendo algo frágil.

El gobierno de Putin, cuyo sueño profundo es resucitar el imperio ruso de antaño, intenta así destruir por la fuerza el sistema estadounidense (y más ampliamente la hegemonía occidental), que se juega en la defensa de Ucrania el mantenimiento de su superpotencia.

Pero tras más de once meses de conflicto mortal, Rusia parece haber subestimado la cohesión de los países occidentales y su apoyo a Ucrania, un país situado a las puertas de Europa y cuyo destino es una cuestión geoestratégica de primer orden. Hoy, Finlandia y Suecia se preparan para entrar en la OTAN, la eurozona se expande y la relación entre Europa y Estados Unidos se ha fortalecido. China, la única gran potencia capaz de cambiar el destino del conflicto, se mantiene al margen. El Imperio del Centro sigue debilitado por su modelo económico, similar al de la URSS en la segunda mitad del siglo XX.

Por tanto, Rusia está parcialmente aislada del mundo, pero está reforzando su comercio con potencias emergentes como India y los Estados del Golfo. Esto constituye un relevo de crecimiento para el Kremlin frente a las diversas sanciones occidentales.

Así pues, esta mutación acelerada de la economía mundial nos enseña que esta guerra también y sobre todo, como la mayoría de las demás, aglutina intereses económicos.

Las negociaciones entre Ucrania y Rusia tendrían posibilidades de éxito si la comunidad internacional organizara un nuevo sistema económico internacional más justo y equilibrado.

Creación de un nuevo sistema económico internacional

En julio de 1944, un año antes del final de la guerra, el sistema del dólar de White se impuso al de Keynes en la conferencia de Bretton Woods. Tras un mes de conversaciones, nacieron el FMI y el BIRD (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento).

En un momento en que los conflictos geopolíticos se intensifican, en un mundo cada vez más fragmentado y multipolar, el proyecto de Keynes merece ser resucitado.

Una asamblea que reúna a todos los países del G20, incluida Rusia, debería celebrarse con este objetivo.

El economista británico abogó por la creación de una moneda única internacional -el bancor- que se utilizaría para el comercio entre países.

Para que este proyecto tenga éxito, debe crearse un banco central mundial independiente. Su función sería establecer una paridad fija frente a las monedas nacionales. No se aprovecharía de ningún Estado, y cualquier país sería libre de convertir su moneda nacional al bancor cuando lo deseara, en función de la evolución de su comercio exterior.

El establecimiento de esta moneda internacional permitiría pacificar las relaciones entre las naciones y acabar con la hegemonía monetaria. Las fluctuaciones de los tipos de cambio y el endeudamiento exterior, cuyas consecuencias son hoy bien conocidas, cesarían. Los países recuperarían entonces su soberanía monetaria.

Además de la creación de esta moneda única acompañada de un banco mundial, podría introducirse una política permanente de tipos de interés cero. Permitiría a cada Estado pedir prestado a su banco central sin pagar intereses por sus deudas [1].

Esta nueva medida pondría fin a la capitalización de los intereses de la deuda pública, también conocida como «efecto bola de nieve», que es la fuente de una parte importante de la masa monetaria mundial. En Francia, se estima que la deuda pública sólo representaría el 30% del PIB (frente al casi 113% actual) si el Estado se endeudara al 0% a partir de 1970.

Así pues, la carrera utópica hacia el crecimiento infinito, que se alimenta mediante la expansión continua de las deudas (es decir, un adelanto de la producción), acabará por remitir.

Sin embargo, para evitar los defectos del sistema imperante desde el fin de la convertibilidad oro-dólar, hay que limitar esta creación monetaria a tipo cero. Fijar la creación monetaria en función del crecimiento anual del país resolvería este problema y equilibraría así este nuevo sistema. Pero el cálculo de este crecimiento, medido actualmente por el PIB, debe modificarse. Creado en el periodo de entreguerras, este indicador imperfecto y ya obsoleto debe necesariamente tener en cuenta los grandes retos de este siglo. Para que sea un indicador de bienestar económico y no sólo de rendimiento.

Las cuatro medidas serían las siguientes

  • La creación de una moneda única internacional
  • El nacimiento de un banco central mundial independiente
  • La introducción de la financiación permanente a interés cero, con el banco central, para cada país.
  • Un nuevo indicador de crecimiento económico

Esta cumbre sería una oportunidad para que los países del G20 se reunieran en torno a un proyecto económico internacional, más justo y equilibrado, adaptado a las necesidades de las generaciones futuras. Es necesario encontrar un consenso para que su objetivo inicial tenga éxito: poner fin a la guerra en Ucrania y al dominio de la dictadura rusa sobre los territorios ucranianos. Esto presupone que Occidente acepte que el mundo actual se ha vuelto multipolar y que los regímenes totalitarios respeten por fin la soberanía de los pueblos.

Para que el mundo que se abre no sea una trágica reproducción de la historia, sino un lugar donde los valores democráticos sean el alfa y el omega de la convivencia.


Notas :

[1] La aplicación de esta medida no se parece mucho a la continua bajada de tipos de los últimos años gracias a la política no convencional de los bancos centrales. En efecto, un préstamo a interés cero del banco central no requiere compras masivas de activos en los mercados, fuente de desigualdad.

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